LUZ. LUCE. LIGHT // May 16, 2016
“Speed of Light“ es el nombre de la próxima exposición que podréis visitar en Fondo Arte-AS. Su creador, Fabrizio Corneli, pero ¿quién es este autor?
Fabrizio Corneli (Florencia, 1958) es un escultor. También un inventor. Es un pintor que no usa pinturas y un diseñador de formas. Es un soñador. Un creador de imágenes y un mago de la luz.
Cuando hacemos referencia a las obra de este artista italiano no podemos hablar de un formato, de un color, de un estilo, o de unas medidas específicas. El comisario y crítico Santiago Olmo describió las obras de Corneli como “inmateriales cuadros de luz. Esculturas sin volumen donde la imagen es construida mediante oscuridad que proviene de la luz“.
Y es que Corneli es capaz de crear con sólo bombillas halógenas y cálculos trigonométricos, impresionantes obras que no tienen cabida en ninguna categoría o clasificación. Es un tipo de arte que cuenta grandes historias. Algunas sobre galaxias lejanas, ubicadas a millones de kilómetros. Otras sobre rostros que salvaguardan la luz para evitar que se extinga; de cuerpos que parecen practicar ballet sobre lienzos infinitos; o de Ondinas: las absolutas protagonistas de esta exposición.
La mitología griega hablaba de una criatura llamada Ondina. Un hada que habitaba en el agua y que adquiría la imagen de una mujer de gran belleza. Sus poderes divinos la convertían en custodia de pozos, lagos y ríos, y su reflejo podía distinguirse en la claridad del agua durante los días de tormenta.
Quizás sólo sea una leyenda ya casi olvidada, como la mayoría de relatos antiguos que hablaban de sirenas; de ninfas que, como las ondinas, habitaban en el fondo marino y utilizaban su belleza para seducir a marineros y pescadores que acababan ahogándose en el mar.
Fabrizio Corneli nos habla de estas y de muchas otras historias en la próxima muestra, que se llevará a cabo dentro de unas pocas semanas en Fondo Arte-AS. No podemos esperar a disfrutar de esta colección de obras que van más allá del simple lienzo. Obras que son un juego de luces y sombras. Que son el reflejo de que la imaginación de un artista, combinada con cálculos matemáticos, puede dar como resultado imágenes mágicas, más propias de los sueños que de la realidad.
Sólo hay uno // May 06, 2016
Referirnos a Bernardí Roig como un artista polifacético sería quedarnos francamente cortos, pero a veces, al igual que la realidad supera la ficción, el talento supera el poder descriptivo de los adjetivos. Y es que talento en el mundo del arte hay mucho, pero artistas como este singular, rompedor, desconcertante, poético y provocador autor sólo hay uno. Uno nacido en Mallorca en 1965, que presentó la semana pasada su última exposición, celebrada en Madrid y titulada “Cuidado con la cabeza“.
Reunidas en la sala Alcalá 31 de la capital, un total de 21 obras llevadas a cabo por Roig en las últimas dos décadas, podrán visitarse hasta el 24 de julio. En ella podremos ver desde fotografías y esculturas, hasta vídeos y dibujos.
El autor balear, que siempre nos sorprende con obras y temáticas que podríamos describir (aunque de nuevo quedándonos cortos) como dramáticas y teatrales, completa su exposición con dos instalaciones: la primera, un cartel luminoso ubicado en la fachada del edificio donde tiene lugar la exposición; y otra ubicada en un céntrico pozo de respiración de una de las líneas de metro de la ciudad.
Sin embargo, el que quizás sea uno de los autores españoles más internacionales y relevantes del panorama artístico contemporáneo, ha elegido nuevamente cruzar nuestras fronteras e inaugurar, el próximo 10 de mayo, otra exposición; esta vez en la ciudad de Buenos Aires.
“Programa estético“, que es nombre elegido para el evento, recogerá obras de diversos soportes que el artista ha realizado a lo largo de treinta años, entre las que destacan más de 150 dibujos.
La exposición permanecerá abierta hasta mediados de septiembre, en el MUNTREF, el Centro de Arte Contemporáneo del Museo de la Universidad Nacional de Tres de Febrero. Desde aquí, sólo nos queda desearle al autor que no sólo le lluevan las buenas críticas, sino también las ganas de seguir deleitándonos con exposiciones que dejen su huella permanente en este camino que a nosotros nos encanta recorrer llamado Arte.
Música para mis oídos // Apr 29, 2016
Hay costumbres que han desaparecido por completo de nuestras vidas. Puede deberse a que nos hemos hecho mayores (aunque sigamos estando divinos de la muerte), puede ser también por la falta de tiempo libre o, simplemente, porque la sociedad ha cambiado y hemos sustituido esas costumbres por otros hábitos como cambiar nuestro estado en las redes sociales o hacernos “selfies“ allá donde vamos.
¿Recordáis, por ejemplo, ir al videoclub a alquilar una película? ¿o pasar la tarde en los recreativos con apenas 300 pesetas? (eso si eras de los pocos afortunados que tenían paga semanal). Pero lo cierto es que no han pasado necesariamente siglos desde entonces; no es algo que hicieran nuestros bisabuelos, sino nosotros mismos, aunque puede parecer que haya pasado toda una vida.
Uno de estos pasatiempos ya casi desaparecido era el de ir a las tiendas de discos. Recuerdo pasar allí horas, mirando cada álbum, revisando cada portada, el título de cada canción… No importaba si lo tuyo era el punk, o el pop, la música clásica o electrónica, el reggae o el rock and roll; podías perder la noción del tiempo rodeado sólo de música y pasar tardes enteras.
Ahora, sin embargo, la mayoría de las personas descargamos la música en formato digital. Es más cómodo, más rápido y más barato; pero pierde cierto encanto ¿no creéis? En ocasiones no sabemos ni qué portada tiene un nuevo disco, no nos interesa saber quién compone cada tema y ¿qué pasa con coleccionar los discos de tus grupos favoritos y venerarlos como si fueran un gran tesoro? Hemos perdido esa costumbre -algo loca, por otra parte- y, aunque algunos amantes de la música continúan comprándola en soporte físico e, incluso, en el clásico formato de vinilo, es algo que ya sólo hace una pequeña minoría.
Siempre se ha dicho eso de “para gustos los colores“. Y en pocos aspectos es más cierto que en la música o el arte. Existen decenas de géneros o estilos, incontables artistas, melodías, instrumentos, efectos. Pero al margen de nuestros gustos musicales hay temas que están en la mente de todos y portadas de discos que permanecerán en nuestro recuerdo, sin importar a qué generación pertenezcamos.
Quién no recuerda a The Beatles cruzando “Abbey Road“ en 1969. O el bebé nadando en el agua frente al billete de un dólar en el álbum “Nevermind“ de Nirvana. No podemos olvidar mencionar tampoco el segundo disco de Queen, publicado en 1974, donde el parodiado cuarteto aparecía con los rostros iluminados en la penumbra como si fueran una revelación divina. Qué decir del reciente fallecido David Bowie con su rostro pintado a lo punk en “Aladdin sane“; o el famoso dibujo del triángulo y el arco iris que aparece al frente del álbum “The Dark side of the moon“, de Pink Floyd. Podríamos pasar así horas, pues, no son pocas las portadas que han alcanzado a lo largo de los años la categoría de “memorables“.
No obstante, todas tienen algo en común, un propósito. Son el modo visual de presentar la música. La forma en que todos los artistas pueden decir: “esto soy y esto es lo que he hecho“.
Fue en 1939 cuando, por primera vez, el diseñador de Brooklyn Alexander Steinweiss creó para la discográfica Columbia Records, un diseño de portada que no fuera un simple cartón, una pieza de cuero o un anuncio publicitario, -el cual no estaba necesariamente relacionado con el mundo de la música. Desde entonces, poco a poco, más discográficas y artistas querían aprovechar la oportunidad de contar con una portada con la que llamar la atención entre el inmenso océano de opciones musicales que continuamente salían a la venta.
Hay grandes estrellas cuyas portadas son casi tan esperadas como sus nuevos temas o, al menos así era hasta hace no tantos años. Algunos artistas optan por mostrar su rostro, otros por un posado algo más irreverente, y otros deciden ni siquiera aparecer en la portada, sino mostrar una ilustración o una foto que, de algún modo, está inspirado, ya sea en el título del disco, ya sea en la letra de alguna de sus canciones.
Lo sexy, lo simple, lo bello, lo puro, lo provocativo, lo irreverente, lo trágico, lo inmoral, lo divertido, lo sexual, lo “cool“ o lo “chic“… Todo se ha hecho y todo es posible aparentemente, ya que muchos artistas corren grandes riesgos al publicar determinadas imágenes y aprovechan para mandar un mensaje alto y claro a la sociedad. Otros, sin embargo… sólo intentan salir guapos en la foto.
Aquí os ponemos algunas de las portadas que consideramos más creativas de entre las cientos de miles de opciones que hay disponibles para elegir y juzgar ¿Qué pensáis vosotros?