Bernardí Roig homenajea al cine // Nov 09, 2011

No somos más que el animal que perseguimos

Pier Paolo Pasolini, Michaelangelo Antoniono, David Lynch, Werner Herzog, Ingmar Bergmann, Alain Resnais, Andrei Tarkovski. Los tótems cinematográficos que han marcado al escultor y videoartsta Bernardí Roig reviven a traves de la exposición Teorema (interrumpido), que el artista mallorquín acaba de inaugurar en la fundación Lios Seoane de La Coruña.

Una poderosa influencia la del cine en el devenir estilístico de este devoto de Thomas Bernhard, como demuestra el propio título de la específica muestra, un tributo al director de películas como Accattone, Pocilga o Mamma Roma.

Hay una obra en la exposición donde retomo algunas imágenes de Teorema, el momento de máxima felicidad de la hija del industrial Milanés. Ella gira sin parar en una especie de danza eterna alrededor de la cámara, después de haber sido poseída por Terence Stamp. Es un primer plano de un rostro perforado por entusiasmo sin garantías>> declara Roig antes de continuar: como no podía ser de otra manera, hay que seguir buceando en las entrañas de nuestro profundo malestar en sus propias palabras, la retrospectiva flexible una selección de mis trabajos fílmicos desde 2001 hasta 2011, algunos son solo videos, otros dibujos, polaroids, video esculturas y algunas piezas sonoras agrega, son trabajos marcados por una fuerte voluntad narrativa y en ellos queda patente, mas que la apropiación , el canibalismo.

Tanto el cine como la literatura son, para mi, grandes maquinarias que producen imágenes dialécticas, en el sentido de que son imágenes que surgen de la relectura y de la apropiación de otras imágenes. Así forman una cadena infinita que se retroalimenta eternamente. En este sentido soy como un depredador de imaginarios, porque, al final, lo que somos no es otra cosa que el animal que perseguimos. proclama también este artista cada vez mas internacional, dotado de un vigor expresivo, de una contundencia y de una valentía en las antípodas de la complacencia.

Fernando Castro Florez ejerce de comisario de esta primera exposición exclusivamente cinematográfica de Bernardí Roig, con invocaciones a largometrajes tan míticos como Blow-up, Blue vulvet, Gritos y Susurros.

No hay ninguna búsqueda de la catarsis aristotélica. Lejos queda el temor y la compasión, del mismo modo que lo épico está desmantelado, afirma el crítico, quien escribe en el catálogo editado por la Fundación Seoane.


Xavier Grau // Nov 15, 2011

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Por discreta que sea, esta “Mirada” de papel no deja de atisbar aquí y allá, topándose siempre con motivos de interés

Según el sociólogo Manuel Castells, como producto de una secular división de tareas y objetivos en razón del sexo, la nuestra es una sociedad de hombres unidimensionales y mujeres multidimensionales. Tentada estoy de darle la razón después de contemplar en estas últimas semanas variadísimos frutos artísticos y artesanales de procedencia femenina.

En primer lugar, la iniciativa de las diseñadora Sandra Figuerola y Zdenka Lara, que reunieron a un grupo de colegas de lo más heterogéneo para dar a conocer el diseño de manera diferente, abriendo una vía paralela a la industria. En Las Naves -en magnífico proceso de rehabilitación- se mostró un contenido variopinto de “Series limitadas” (ese era el título de la exposición) abarcando objetos producidos en pequeños talleres, que iban desde la decoración a la fotografía, pasando por mobiliario, cerámica, moda y complementos.

El recorrido resultó estimulante. De los sorprendentes muebles de cartón de Sanserif se saltaba a los divertidos bolsos de silicona de Meritxell Durán; los imaginativos collages de Pía Benjumea; las carpetas magnéticas de Cristina Toledo; los collares y flores de Croquette, hechos con fieltro, botones, corchetes y abalorios; las joyas transformables de Esther Mora; las pinturas-rompecabezas en cristal de Gloria Ruiz; los encantadores vestidos “Amore” de Bea Rodríguez; las figuras de cartón piedra modeladas por Verónica Palomares; los originales tocados “tops” de Chari Esteban; los impresionantes bodegones fotográficos de Ana Sanz; las elegantes lámparas de Mariví Calvo para Lzf Lamps, y así hasta casi una veintena de propuestas a cuál más atrayente. Y lo bueno de esta exhibición es que no se queda en algo aislado y pasajero, sino que proyecta su celebración periódica, mostrando en cada edición las obras de estas mujeres activas, creativas y multidimensionales.

Muy satisfecha me dejó también la exposición instalada hasta hace poco en el Jardín Botánico, en la que Amparo Boluda, con sus obras de escultura cerámica, dio la medida de una notable capacidad artística y técnica.

Por otra parte, merece resaltarse la labor de difusión del arte actual que viene realizando en su espacio de arte Ana Serratosa, el ático de Pascual y  Genís , tan estimada de los coleccionistas por su ponderado criterio como asesora y orientadora. Acaba de inaugurar la temporada por todo lo alto, con los últimos trabajos de uno de los pintores españoles contemporáneos más valorados, Xavier Grau, y en presencia de un selecto número de entendidos y aficionados.

Y para que no se diga que todo son mujeres, un toque de atención a lo que Amado ha puesto en marcha. Se trata de una espectacular exposición de mantas de piel que, en su local de la calle Pizarro, puede visitarse hasta mañana, a la vez que se admira la nueva colección de prendas de este afamado peletero. Que viene todo de perlas, ahora que el otoño se empieza a tomar en serio.

MARA CALABUIG

Bellezas naturales // Nov 17, 2011

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La paradoja se riza a través de los exquisitos objetos de Bill Thompson de la misma forma que sus superficies brillantes y seductoras cambian y distorsionan imágenes reflejadas. Son misteriosas y bellas. Aparece en ellas algo extraño y a la vez familiar. Aunque el artista las manufactura laboriosamente, no queda en ellas rastro alguno de sus manos. Estas formas satinadas, monocromáticas, minimalistas y herméticas encarnan la antítesis de la superficie caótica del mundo natural, aun cuando esta claro que la naturaleza juega necesariamente un papel subliminal. Como Jean Arp y Ellworth Kelly, Bill Thompson cultiva el filo siempre contradictorio entre la aleatoriedad de lo físico y la racionalidad del intelecto. Se podría argumentar, empero, que Thompson profundiza mucho mas en cada opuesto e invierte mucho mas en su proceso de fusión y contraste, sumergiendo en su practica un lenguaje privado semejante a los códigos genéticos. Estos objetos están hechos completamente por el artista, siguiendo un proceso intenso y laborioso proceso, que comienzan con el mas inorgánico de los materiales: espuma densa de poliuretano. Un modesto bloque de espuma rectangular es un semillero, improbable “a priori”, para especímenes tan exóticos. Se trata de un material difícil de atribuir al autor, a diferencia de otros con cualidades innatas, como el mármol o la madera que puedan in-formar al escultor tradicional mas simple. Es “un substrato”, afirma Bill Thompson, sin ninguna sugerencia o posibilidad de vida. Sus proporciones ponen literalmente en sus manos una caja hermética de la que debo tratar de escapar.
Y escapa de esta caja dibujando, cortando y puliendo sus formas para darle vida. Para aceptar el rol de la maquina, confiere después a la caja un carácter natural a través de si mismo. Permitiendo en este proceso que el diseño evolucione intuitivamente entre e intelecto y lo natural. Las formas esculturales de Thompson se guían por su propia intuición y se ordenan por un sistema taxonómico que imagina, en el que una serie de formas especificas, (o especies según las denomina) sugieren vagamente la abstracción de la naturaleza desde el micro al macrocosmos. La física de fractales ha sido su fuente de inspiración, asi como las plantas tectónicas terráqueas y los paisajes glacialmente rocosos de su nueva Inglaterra natal. Sus Alteresd Flats, por ejemplo, tienen un toque topográfico que el autor ha querido comprar a la superficie ondulante de un lago. Las series Round, Dish y Cut-Thru se parecen a versiones positivas y negativas de cantos rodados caídos o a piedras de un rio. Las conchas, con forma de nenúfar, son una especie mas nueva cuyos bordes cóncavos y convexos parecen controlar sus superficies fluidas como si estuvieran en juego el fenómeno de un menisco. Casi todas las especies, (pero especialmente Loops, con forma de cinta transportadora y pintadas por la parte vista y por la oculta) oscilan entre la categoría de escultura y pintura, sin que por ello lleguen sus formas a comprometerse con ninguna de las dos.
A pesar de que el trabajo parece fluir sin fisuras como si hubiera sido digitalizado, no por ello ha sido procesado desde un modelo de ordenador o de un proceso de vaciado. “el dibujo termina las formas, el resto es reacción”, afirma Thompson. Es un proceso físicamente agotador y que lleva tiempo, pero su fruto es, la sensación de incertidumbre al descubrir nuevas formas y conceptos frescos. A través de un control limitado de este sistema de clasificación, halla (como lo hiciera Darwin) una infinita variación en el detalle. La geometría de cada pieza varia con la perspectiva plana. Los bordes y lados pueden ser afilados, redondos, con ángulos, con facetas, contrastando con el color de la superficie, perfil y/o contorno para crear una tensión sostenida a su alrededor. Esos bordes precisos de las conchas juegan formalmente con sus superficies onduladas, relucientes; el encuentro abrupto del blanco mate con bordes sobresalientes altera el trance visual . de la colisión de opuestos surge la belleza, afirma el artista, que apostilla: soy descaradamente un campeón de la belleza, no de lo bonito, sino de una belleza convincente y enigmática.
Formas seductoras llevan a colores seductores. Una vez nacidas, la forma encuentra una voz que exige incluso un matiz específico. Thompson nunca repite un color ; cada objeto terminado es único tanto en forma como en matiz. Una pared del estudio está cubierta por una rejilla de distintos colores, que se han pintado y mezclado a mano con pintura para automóviles. Sus acabados profundos, lustrosos son, de nuevo, el, resultado de un proceso largo, arduo y tedioso. Con una pistola de spray, aplica entre quince y veinte manos de pintura de imprimación con color y en cada capa alterna lijado, pulido y brillo hasta que no queda el menor rastro de imperfección.
El color reluce y la forma cambia a medida que la luz juega ligeramente sobre superficies que parecen moverse. Una pieza puede parecer de color rojo vino, púrpura oscuro o violeta metálico, dependiendo de su situación estratégica. Las cualidades asociativas del color, así como sus colores intrínsecos, son intrigantes para el autor. Thompson produce con frecuencia agrupamientos de unos cinco elementos, con piezas individuales de escala similar que se percibe como una constelación de colores. En toda su obra abundan las referencias: reflejos en las curvas de un coche lujoso, relucientes gamas preciosas, charcos de mercurio de colores lúdicos, decadentes, incluso tóxicos, pero irresistibles; podrían ser hasta comestibles. El escalofrío entre la seducción y la singularidad, de una forma vagamente natural pero erigida entre la seducción y la singularidad, de una forma vagamente natural pero erigida en ostentosa artificialidad, llega al espectador como versiones lujosas de objetos surreales que deslumbran a la vista, intrigan al intelecto y se sienten visceralmente.

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