Música para mis oídos
Hay costumbres que han desaparecido por completo de nuestras vidas. Puede deberse a que nos hemos hecho mayores (aunque sigamos estando divinos de la muerte), puede ser también por la falta de tiempo libre o, simplemente, porque la sociedad ha cambiado y hemos sustituido esas costumbres por otros hábitos como cambiar nuestro estado en las redes sociales o hacernos “selfies“ allá donde vamos.
¿Recordáis, por ejemplo, ir al videoclub a alquilar una película? ¿o pasar la tarde en los recreativos con apenas 300 pesetas? (eso si eras de los pocos afortunados que tenían paga semanal). Pero lo cierto es que no han pasado necesariamente siglos desde entonces; no es algo que hicieran nuestros bisabuelos, sino nosotros mismos, aunque puede parecer que haya pasado toda una vida.
Uno de estos pasatiempos ya casi desaparecido era el de ir a las tiendas de discos. Recuerdo pasar allí horas, mirando cada álbum, revisando cada portada, el título de cada canción… No importaba si lo tuyo era el punk, o el pop, la música clásica o electrónica, el reggae o el rock and roll; podías perder la noción del tiempo rodeado sólo de música y pasar tardes enteras.
Ahora, sin embargo, la mayoría de las personas descargamos la música en formato digital. Es más cómodo, más rápido y más barato; pero pierde cierto encanto ¿no creéis? En ocasiones no sabemos ni qué portada tiene un nuevo disco, no nos interesa saber quién compone cada tema y ¿qué pasa con coleccionar los discos de tus grupos favoritos y venerarlos como si fueran un gran tesoro? Hemos perdido esa costumbre -algo loca, por otra parte- y, aunque algunos amantes de la música continúan comprándola en soporte físico e, incluso, en el clásico formato de vinilo, es algo que ya sólo hace una pequeña minoría.
Siempre se ha dicho eso de “para gustos los colores“. Y en pocos aspectos es más cierto que en la música o el arte. Existen decenas de géneros o estilos, incontables artistas, melodías, instrumentos, efectos. Pero al margen de nuestros gustos musicales hay temas que están en la mente de todos y portadas de discos que permanecerán en nuestro recuerdo, sin importar a qué generación pertenezcamos.
Quién no recuerda a The Beatles cruzando “Abbey Road“ en 1969. O el bebé nadando en el agua frente al billete de un dólar en el álbum “Nevermind“ de Nirvana. No podemos olvidar mencionar tampoco el segundo disco de Queen, publicado en 1974, donde el parodiado cuarteto aparecía con los rostros iluminados en la penumbra como si fueran una revelación divina. Qué decir del reciente fallecido David Bowie con su rostro pintado a lo punk en “Aladdin sane“; o el famoso dibujo del triángulo y el arco iris que aparece al frente del álbum “The Dark side of the moon“, de Pink Floyd. Podríamos pasar así horas, pues, no son pocas las portadas que han alcanzado a lo largo de los años la categoría de “memorables“.
No obstante, todas tienen algo en común, un propósito. Son el modo visual de presentar la música. La forma en que todos los artistas pueden decir: “esto soy y esto es lo que he hecho“.
Fue en 1939 cuando, por primera vez, el diseñador de Brooklyn Alexander Steinweiss creó para la discográfica Columbia Records, un diseño de portada que no fuera un simple cartón, una pieza de cuero o un anuncio publicitario, -el cual no estaba necesariamente relacionado con el mundo de la música. Desde entonces, poco a poco, más discográficas y artistas querían aprovechar la oportunidad de contar con una portada con la que llamar la atención entre el inmenso océano de opciones musicales que continuamente salían a la venta.
Hay grandes estrellas cuyas portadas son casi tan esperadas como sus nuevos temas o, al menos así era hasta hace no tantos años. Algunos artistas optan por mostrar su rostro, otros por un posado algo más irreverente, y otros deciden ni siquiera aparecer en la portada, sino mostrar una ilustración o una foto que, de algún modo, está inspirado, ya sea en el título del disco, ya sea en la letra de alguna de sus canciones.
Lo sexy, lo simple, lo bello, lo puro, lo provocativo, lo irreverente, lo trágico, lo inmoral, lo divertido, lo sexual, lo “cool“ o lo “chic“… Todo se ha hecho y todo es posible aparentemente, ya que muchos artistas corren grandes riesgos al publicar determinadas imágenes y aprovechan para mandar un mensaje alto y claro a la sociedad. Otros, sin embargo… sólo intentan salir guapos en la foto.
Aquí os ponemos algunas de las portadas que consideramos más creativas de entre las cientos de miles de opciones que hay disponibles para elegir y juzgar ¿Qué pensáis vosotros?