Street Art y un tal Banksy
Nos gusta clasificar, dar a las cosas su lugar correspondiente. Los colores, los seres vivos, las comidas, el tiempo… todo tiene su categoría, su medida, su etiqueta, incluido el arte.
Una obra, pertenece a un estilo, un movimiento artístico, una época pero… a veces las clasificaciones existentes no cubren las necesidades que van surgiendo y necesitamos actualizarlas.
En el siglo XIX, por ejemplo, se consideraban únicamente 5 tipos de arte (arquitectura, escultura, música, literatura y pintura). En el XX sin embargo, se hablaba de 9 artes, entre los que se incluyeron las artes escénicas, el cine, la fotografía y la historieta. Pero… ¿qué hay de la moda? o de la gastronomía, el interiorismo o, incluso, la modalidad que parece haber cobrado más popularidad en los últimos años: el Street Art, o arte callejero.
Street Art, por muy novedoso que suene el término, no es un fenómeno que haya surgido recientemente, pues ni siquiera podemos estar seguros de cuál sería su lugar y época originaria. Los romanos, a menudo escribían y pintaban sobre muros y fachadas; pero lo mismo sucedía con otras culturas mucho anteriores, así que no podemos hablar de un inicio concreto.
Sin embargo, es en la década de los 60, y especialmente de los 70, cuando surge un boom artístico en las calles de los Estados Unidos que sí podría considerarse como el comienzo del Street Art en su versión contemporánea.
Es durante esa época cuando se produce toda una revolución en torno al arte del graffiti en todas sus versiones (tagging, throw-up, latrinalia…), que se apodera de calles, puentes y vagones de metro de las grandes ciudades, especialmente de su epicentro, la ciudad de Nueva York. Esta moda en los 80 y 90 también se extenderá por todo el hemisferio norte, incluido nuestro país.
Pero, aunque algunos segmentos de la población empezaban a considerar el hecho de pintar sobre muros y mobiliario urbano como una manifestación artística, lo único cierto es que la mayor parte de la sociedad sólo lo consideraba un acto vandálico. Incluso una plaga; una forma de destruir más que de embellecer o de lanzar un mensaje al mundo.
Ha sido en la última década cuando se ha producido un cambio realmente significativo en la percepción de esta forma de arte. Surgen personajes como Julien Malland, Shepard Fairey, Dave Kinsey o Banksy que, dejan atrás el cliché del vándalo, para viajar por las grandes metrópolis del planeta, dejando su huella a través de representaciones de estilo propio y marcado carácter político y social.
Los frecuentemente nada ortodoxos autores de este tipo de arte, muchas veces arriesgan el tipo para plasmar sus obras en los lugares más inaccesibles e inesperados. Utilizan técnicas que van desde el uso de plantillas, pegatinas y pósters; hasta elementos como farolas, cables, cabinas… que integran en sus diseños, haciéndolos parte de una obra única y efímera.
Museos de todo el mundo, ya incluyen en su programación, aunque todavía de un modo muy esporádico, exhibiciones temporales relacionadas con el Street Art. El Amsterdam Museum, por ejemplo, acogió desde septiembre hasta este pasado mes de enero, la muestra “NEW YORK MEETS THE DAM“, centrada en exclusiva en la historia del graffiti.
En Houston, por otro lado, se ha inaugurado a comienzos de este año el GASAM Texas (The Graffiti and Street Art Museum of Texas), el primer museo dedicado en exclusiva a la exploración de la técnica del graffiti y el Street Art.
La pasada semana, medios de todo el mundo publicaron la noticia de que podría haberse desvelado la identidad del mencionado Banksy, el más representativo y popular de estos artistas callejeros. Pero, al mismo tiempo, el más misterioso, ya que, su identidad permanecía hasta el momento en el anonimato. Se conoce que es originario de Bristol y reside en Nueva York y, según la mencionada noticia, su verdadero nombre podría ser Robin Gunningham.
Tanto si el resultado de la investigación resulta verdadero o no, lo que sí es cierto es que las obras del polémico artista se subastan por cientos de miles de dólares y que, coleccionistas de todo el mundo están dispuestos a pagar pequeñas y no tan pequeñas fortunas por contar con un Banksy original en su repertorio.
Para los que no tenemos ese privilegio, contamos con la ventaja de vivir en una era en la que, lo que antes sólo podían ver unos pocos al pasar por la calle, ahora podemos admirarlo desde cualquier parte del mundo y no sólo como un recuerdo fugaz, sino como un símbolo perdurable que poder contemplar a placer.
¿Y tú? ¿Cuánto pagarías por un Banksy?